DECLARACIÓN DE INTENCIONES

Como últimamente toca la memoria nos hemos puesto a recordar, pero la verdad es que no lo conseguimos. Por más que intentamos memorizar que nos pasó en aquellos años no dejan de aparecérsenos una serie de personajes e historias que no pueden ser fruto más que de nuestra imaginación, es imposible que España, incluso Ronda, fuera así hace tan poco tiempo. Y mira que sale un sainete que, como ficción, es de lo más divertido. Ese procurador empeñado en hacernos vivir en un mundo cuartelero, ese declamador de “haikus” castizos, que acompaña su declamación con palizas a menores (un adelantado, ni al artista actual más provocador se le hubiese ocurrido semejante performance), esos niños escondiéndose de cualquier potencial violento que superase el metro y medio, esos bigotitos con gafas de pera de policía de carreteras de las películas norteamericanas…
Vamos a seguir intentándolo, a ver si conseguimos un recuerdo más fidedigno, aunque estamos tentados de quedarnos con estas ensoñaciones tan divertidas. Y reírnos a carcajadas de esos personajes sacados de una película de Torrente pero sin ningún sentido del humor, chulapones y violentos, y, sobre todo, muy muy pequeños. Es lo que era capaz de dar la España de la época, o mejor dicho, a la humilde altura a que llega nuestra imaginación. Es lo que tienen las hostias en las primeras edades.